OPINIÓN: A algunos no les duele
- Raquel Uve
- 17 sept 2020
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 23 nov 2020
El 25 de noviembre la manifestación por el Día Internacional contra la Violencia hacia las Mujeres transcurrió en Sevilla con “dignidad” y sin incidentes. Unos se unieron por el camino; otros, simplemente, se sintieron cómodos adoptando el papel de meros observadores cuando las pancartas, en señal de duelo, recorrieron lentamente las calles de la ciudad.

Con el lema “A mí también me duele”, la causa les parecía ajena y al final del recorrido, en la Plaza Nueva, no llegó a contarse la centena. Las cifras de mujeres muertas a manos de sus cónyuges supera con creces la de las víctimas del terrorismo, pero a la sociedad y, más aún a nuestros políticos, no parece afectarle en demasía tales nimiedades de ámbito doméstico, esas pequeñas anécdotas del hogar que se llevan por delante cada año a 60 o 70 mujeres en todo el Estado.
De cada cinco europeas, una ha sufrido malos tratos alguna vez en su vida y entre un 15 y un 20 por ciento de las embarazadas ha sido apaleada
Más de un millón de mujeres sufrió malos tratos severos en el último año en España. Sólo en Andalucía hubo casi 5.000 denuncias por este motivo. De cada cinco europeas, una ha sufrido malos tratos alguna vez en su vida (proporción que llega al 50 por ciento en el caso de Portugal) y entre un 15 y un 20 por ciento de las embarazadas ha sido apaleada en nuestro modernísimo y civilizado continente creador del euro.
Los planes para la erradicación de la violencia doméstica no están dando resultados
Al parecer los porcentajes no asustan a muchos. Y los poderes públicos, obligados tanto por Naciones Unidas, como por el Parlamento Europeo, como por nuestra Constitución, siguen sin tomarse en serio el problema de la desigualdad entre los sexos. Los planes para la erradicación de la violencia doméstica no están dando los resultados deseables. Y la verdadera razón por la que no funcionan es porque el problema de los malos tratos se considera siempre desde un punto de vista parcial, aislado, sin establecer conexiones ni con el contexto sociocultural donde estamos inmersos ni con la situación económica real de las mujeres, en clara desventaja con respecto a la de los hombres.
Los números cantan
En el plano laboral las estadísticas hablan por sí solas: el 20 por ciento de las mujeres en disposición de trabajar está en paro, frente al 9 por ciento de los hombres. Aunque esto no resulta extraño si se tiene en cuenta el estudio de la Confederación de Consumidores y Usuarios, que demuestra que el 80 por ciento de las ofertas de empleo son sexistas. Incluso en los niveles más altos de educación la discriminación es clara: el salario de las licenciadas es del 80 por ciento del sueldo de sus compañeros, según un estudio de la Unión Europea.
La lista de datos referentes a este tema puede ser interminable y el resultado de tanta dejación va ser nefasto si no se toman medidas urgentes. La violencia doméstica no es más que la punta del iceberg de una serie de condicionantes y de ideas preconcebidas que tienen su base en la creencia de la superioridad del varón y el sentido de la propiedad que éste tiene de su pareja.
Es por esto por lo que instrumentos como la creación de una fiscalía específica para la violencia doméstica, la agilización de los trámites jurídicos en casos de separación o divorcio, la protección de las víctimas sin ser ellas las que tengan que salir de su hogar, o el hecho de hacer públicas las listas de los verdugos, no tendrán su fruto si no se enmarcan dentro de un programa de objetivos con amplitud de miras y si no se sigue apostando por la erradicación progresiva del machismo en nuestra sociedad.
Resulta del todo contradictorio poner en marcha una campaña del juguete “no sexista” y “no violento” y luego bombardear a nuestras criaturas con miles de anuncios repletos de estereotipos y clichés sexuales hartamente desfasados en una pantalla que les proporciona más de 13.000 asesinatos al año.
La violencia hacia las mujeres es, según un informe del Defensor del Pueblo Español, el “crimen encubierto más frecuente del mundo”. La voluntad y la potestad para que esto cambie la siguen teniendo algunos a los que todavía no les duele.
Comments