REPORTAJE: Honduras sigue matando a los niños de la calle
- Raquel Uve
- 3 oct 2020
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 23 nov 2020
Empezaron siendo las víctimas inocentes del hambre, la violencia y el desinterés estatal, y terminaron, quizá al final de alguna calle sin tránsito, con un tiro seco en la nuca. Más de 1.500 niños y niñas hondureños han sido asesinados desde 1998 por los defensores de una supuesta “limpieza social”, y la cifra va en aumento. Las organizaciones internacionales y las asociaciones de derechos humanos, que observan atónitas cómo no se mueve un ápice para identificar a los perpetradores, continúan haciéndose la misma pregunta: ¿Hasta cuándo?

“Queda abundantemente claro que los niños están siendo asesinados en Honduras por miembros de las fuerzas de seguridad. En la mayoría de los casos, el niño no se encontraba armado y no provocó a la policía para que usara la fuerza y, mucho menos, la fuerza letal”, afirmó Asma Jahangir, Relatora de la ONU sobre Ejecuciones Extrajudiciales Arbitrarias y Sumariales, en la redacción de un reciente informe sobre el asesinato impune de chavales en las calles de Honduras.
Con un saldo de 64 menores muertos, el pasado mes de diciembre se ha mostrado como uno de los meses más sangrientos del año para Honduras. Más de 1.500 niños y adolescentes han sido víctimas desde 1998 del crimen más incomprensible y salvaje, por lo que el Gobierno centroamericano ha sido, una vez más, blanco de las protestas internacionales ante su falta de voluntad por acabar con esta ya descarada “matanza” en masa.
Según la ONG Casa Alianza, que lleva denunciando estos crímenes desde hace más de cinco años, en Honduras unos 20.000 niños y niñas (80% varones), forzados por el abandono, el maltrato familiar, el abuso o las situaciones económicas precarias, se encuentran actualmente en la calle sobreviviendo de la manera que pueden y expuestos al hambre, el frío, ,la prostitución y el uso de drogas tan perjudiciales como el Resistol esnifado. Y la situación es tan grave que se calcula que sólo en Tegucigalpa un nuevo niño es obligado a dejar el hogar diariamente.
Las cifras pueden resultar escandalosas si se tiene en cuenta que la joven nación cuenta con apenas seis millones de habitantes, pero lo que, sin duda, puede hacer estallar de indignación a los lectores, es la circunstancia de que menos del 4% de los casos han acabado con la condena de los responsables.
Prematuramente adultos
Socialmente, dice Arístides Vara Horna, de la Asociación por la Defensa de las Minorías (ADM), que “los menores hondureños suelen asociarse en pequeñas camadas de cinco y siete niños como una forma de encontrar mutuo apoyo. Normalmente vienen de ambientes pobres y contribuyen con la economía de subsistencia de la familia, trabajando informalmente y siendo victimas de la explotación laboral”.
Desde el punto de vista psicológico, estos niños dejan entrever unas características bastante definitorias acogiéndose a valores como: el placer inmediato (lo que incluye prácticas sexuales tempranas), la rebeldía, la reproducción en sus actitudes de formas opresoras vividas y un gusto desorbitado por la liberad y la independencia. “Estos niños”, continúa Vara, “utilizan la mentira para lograr sus propósitos. Son astutos, chantajistas y grandes manipuladores. También son creativos, auténticos y prematuramente adultos”.
Atendiendo a estas afirmaciones no es difícil pensar en la impopularidad, a todas luces injusta, que se han ido forjando los llamados “mareros” entre la población general de Honduras, hasta el punto de que mucha gente ha visto en el acribillamiento por la espalda la única solución para erradicar un problema que ha acabo siendo algo “incómodo”.
Ahora bien, ¿quién está detrás de estos horribles asesinatos? Según fuentes de la Agencia Francesa de la Prensa, sólo un 17% de los crímenes son atribuidos a la policía, lo que nos lleva a preguntarnos qué son el resto.
Para Casa Alianza, ésta es precisamente la gran incógnita. Según la organización, las pocas investigaciones realizadas no han dado con los asesinos, a causa, en gran parte, de la “estigmatización de las víctimas” y de la ceguera de las autoridades políticas. “La versión de guerras entre pandillas”, argumena Karla Cueva, Encargada de Incidencia y Cabildeo de la citada ONG, “ha contribuido a responsabilizar a estos grupos de dichas acciones, sin que hayan existido acciones concretas para esclarecer la identidad de los hechores”.
En Honduras hay 20.000
niños y niñas en las calles
Según Casa Alianza, ante la creciente presión internacional, el Gobierno ya ha dado el primer paso, que es el de reconocer públicamente la existencia del problema. Pero esto no es suficiente.
“Para acabar con esa percepción de impunidad”, se afirma, “es importante el apoyo a la Unidad especial de Investigación de muertes de menores (creada por la Secretaría de Seguridad) y el seguimiento a través de la Comisión Permanente para la Protección de la Integridad Física y Moral de la Niñez, puesta en pie a raíz de la constante denuncia por parte de las organizaciones de derechos humanos del país”. El objetivo no es otro que el de investigar los sucesos y dar con los asesinos por medio de “una investigación profunda, objetiva y veraz”.
La tarea no se presenta fácil teniendo en cuenta, sobre todo, la casi inexistencia de medidas que atañen a la infancia y el desinterés de los políticos por la reinserción social de los chicos, lo que ha hecho que entidades, en teoría, con tanto peso como el Instituto Hondureño de la Niñez y la Familia se encuentren, sin apenas presupuesto, en plena desintegración.
Las organizaciones que trabajan por la causa ya han dado la voz de alarma ante esta situación y no dudan en exigir al Gobierno “desde ya, políticas de Estado y no políticas de gobierno que duren cuatro años”.
Con la esperanza puesta en que el Comité de Derechos Humanos que conclusiones al respecto el próximo mes de marzo en Ginebra, la Relatora de la ONU, termina su informe diciendo: “El Gobierno debe cumplir con su obligación de resolver el misterio de los niños que están siendo asesinados por perpetradores desconocidos. El Estado debe asegurar que la presente cobija de impunidad por los asesinatos de los niños marginados en Honduras termine sin demora”. Puede que sea cuestión de agudizar bien el oído.
DESPIECE Nº1: ¿Está de acuerdo con que se mate a los “mareros”?
Según afirma la relatora de la ONU, Asma Jahangir, en Honduras “existe la creencia generalizada de que estos asesinatos han sido cometidos por maras o pandillas rivales de menores. Las estadísticas desmienten esta creencia. La inmensa mayoría de estos casos queda sin esclarecer”.
Y de que la sociedad hondureña perciba el problema con esta indiferencia, tiene gran parte de culpa los medios de información del país, dado que muchos comunicadores criminalizan de tal manera a los jóvenes, que llegan a convencer a las audiencias de que son justamente los “mareros” los responsables de los altos índices de violencia en el estado.
A tal extremo llega la influencia que los medios ejercen sobre la percepción negativa de los niños de la calle, que en una encuesta de opinión realizada por una cadena de radio hondureña se preguntaba directamente: “Está usted de acuerdo con que se mate a los mareros?”. La respuesta mayoritaria fue “sí”.
La televisión también se ha llevado el particular rapapolvos por parte de la relatora de la ONU. Jahangir cuenta indignada en su informe que todos y cada uno de los miembros de una “mara” que obligados, con un policía como gancho, acudieron a dar su testimonio a un programa televisivo, están en el cementerio después de un año y medio.
DESPIECE Nº2: El legado del Mitch
Decrecimiento económico, míseras condiciones de vida, crisis de valores y delincuencia creciente son los rasgos más destacables de un pueblo tan vapuleado por las catástrofes naturales como por el desinterés político en las cuestiones públicas. Honduras cuenta con unos niveles de pobreza que sobrepasan el 80% de la población, siendo un 35% la cifra total de desempleo y de 4.200 los millones de dólares que este país debe liquidar en concepto de deuda externa.
En Honduras las heridas del Mitch siguen a flor de piel: 5.700 muertos, 8.000 desaparecidos, 1,3 millones de damnificados y unas pérdidas económicas de 5.000 dólares fueron el legado de un huracán que en 1998 se mostró tan fiero como devastador. Tras esto, la ya débil economía hondureña se vio sumida en la más profunda depresión. Tanto es así que casi un 40% de los habitantes se ve forzado en la actualidad a sobrevivir con menos de un dólar al día, por lo que una forma de obtener ingresos las familias es la de mandar a los niños a la calle.
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